El cuerpo: la vía a la sanación emocional
El solsticio de verano marca el punto de arranque de la estación más energética del año. Las distintas culturas, tradiciones y corrientes filosóficas que prestan atención a la naturaleza, a los ciclos estacionales y a cómo el ser humano se relaciona con ellos, hablan del momento de mayor energía del año, estación yang, fuego, exaltación, movimiento, maduración del fruto y energía masculina representada por el sol, y existente tanto en hombre como en mujeres.
Puesto que es una estación de movimiento hacia el exterior, tomar consciencia de nuestro cuerpo y de sus señales para alinearnos con él, es fundamental en esta fase tan dinámica del año. Es por ello que en el artículo de esta semana nos centraremos en la consciencia corporal.
Poner atención en el cuerpo es una vía muy importante para ayudar a conocer, gestionar y también sanar emociones. Observar el estado del cuerpo, las dolencias, “los achaques” o las limitaciones que este nos presenta ante determinadas actividades o movimientos concretos, es conocer también nuestro mundo emocional y viceversa, pues identificar una emoción nos hará conectar con su expresión a nivel corporal. Es una realidad que nuestro estado emocional tiene un impacto y una expresión directa en nuestro cuerpo, ya que nuestra mecánica queda condicionada y se “adapta” a la energía que genera una emoción, ya sea alterando su posición, funcionamiento o actividad.
Tod@s hemos padecido, o conocemos a alguien que padece, la sensación de sobrecarga muscular en el cuello o la espalda, por ejemplo, derivada del estrés y la tensión acumuladas por las responsabilidades laborales, familiares o de cualquier tipo, y que no son otra cosa que manifestaciones muy comunes de una emoción subyacente.
Habiendo muchos músculos y órganos que se ven afectados por nuestras emociones, en el acercamiento que os proponemos hoy vamos a centrarnos en dos músculos clave en nuestro mundo emocional: el diafragma y el psoas. El primero es más conocido y la mayoría sabríamos identificarlo, al menos aproximadamente, en nuestro cuerpo. El segundo es un gran desconocido y sin embargo, tiene una relación muy estrecha con las emociones y un gran impacto a nivel físico. Más allá de su propia función independiente, ambos músculos están íntimamente relacionados, formando un sistema que podríamos casi llamar “espejo” de una gran parte de nuestras emociones.
Es muy curioso que cuando se busca bibliografía sobre cada uno de estos músculos por separado, encontramos autores que los definen indistintamente como “el músculo del alma”. Así que no queda muy claro cuál de los dos fue bautizado así primero, pero sí que los dos tienen suficiente importancia a nivel emocional como para llevar consigo ese “apellido” tan… sorprendente.
Empezaremos prestando atención al primero. El diafragma se ubica de forma transversal en la caja torácica y su funcionamiento está asociado principalmente a la respiración, afectando también a otros procesos como el de ingesta y digestión de alimentos. Es un músculo de movimiento involuntario cuya no ejercitación consciente lo hace tender a la rigidez. Nuestra forma de respirar, condicionada a menudo por las emociones, situaciones de estrés y/o estados de ansiedad, tensan el diafragma excesivamente, lo que produce un acortamiento de sus fibras.
Este acortamiento impacta directamente en la actitud postural (por ejemplo, con la inclinación de los hombros hacia adelante y el encorvamiento de la espalda) que a su vez se refleja nuevamente a nivel emocional, generando un movimiento corporal de “cierre” y no de “apertura”. Esta postura condiciona el correcto flujo energético del cuerpo y redefine las presiones en los distintos espacios corporales, cuyos órganos se reubican.
Es muy interesante conocer cómo la medicina tradicional china asocia al pulmón las emociones de tristeza y melancolía, y cómo estas emociones mantenidas en el tiempo agotan la energía (o qi) pulmonar, lo que conlleva a un sobreesfuerzo en la respiración. Este sobreesfuerzo a su vez, supone una insuficiencia energética en el órgano que tiene consecuencias asociadas (a nivel postural, circulatorio, de sistema inmunitario, entre otras).
Trabajar el diafragma, por lo tanto, se vuelve un aspecto fundamental, tal y cómo explicamos en nuestro artículo “Respirar para sanar”, en el que hablábamos de la respiración completa y sus beneficios. Asimismo, existen distintos ejercicios corporales y posiciones de yoga indicadas para estirar, relajar y dar mayor amplitud al diafragma.
Nuestro segundo invitado, el músculo psoas, es a mi parecer el gran desconocido en lo que a las emociones se refiere y descubrirlo me abrió a un conocimiento que hoy considero valiosísimo y que a continuación vamos a compartir. En mi caso concreto, siempre había asociado el dolor inguinal a una antigua lesión deportiva de abductor y el dolor lumbar a la compensación que esta zona tenía que hacer para corregir una lesión cervical a consecuencia de un accidente de tráfico. Tenía la convicción, errónea, de que eran afecciones independientes y dolores que tenía que “tolerar” o gestionar a consecuencia de lo anterior. Cuando el psoas “apareció en mi vida” todo cambió (y eso que sólo es un músculo ). El psoas tiene una posición compleja y curiosa, tratándose en realidad de dos músculos simétricos y paralelos que conectan la columna lumbar con la parte anterior del muslo, uniendo tronco y extremidades, atravesando en su recorrido la zona sacroilíaca y siendo uno de los músculos tensores más potentes del cuerpo.
Aunque algunos autores se refieran a él como “el músculo del alma”, otros lo denominan el “músculo del miedo”, y es que resulta que este músculo responde de forma muy sutil a las emociones (especialmente al miedo), lo que se refleja es un acortamiento del mismo. Este hecho impacta directamente en la zona de la pelvis y de la lumbar y es en ocasiones el causante del famoso “dolor pélvico”, más presente en mujeres que en hombres, del dolor inguinal (a veces confundido con dolor a consecuencia de la inflamación del apéndice), así como del dolor de lumbar y de espalda.
Tenemos por tanto dos músculos relacionados directamente con las emociones, el diafragma con la pena y la tristeza, el psoas con el miedo, y que ambos responden ante situaciones de estrés y estados de ansiedad acortándose y descompensando el funcionamiento normal del cuerpo. Lo que es verdaderamente clave es saber que ambos están conectados entre sí mediante tejido biointeligente (o fascias) y que responden el uno a los movimientos y señales del otro. Así, un psoas en situación de tensión manda esa información al diafragma, afectando la respiración. Además, cuando esta tensión es prolongada, el mensaje de peligro que llega al sistema nervioso central es sostenido, por lo que el sistema hormonal e inmune tienden a agotarse. Lo que, a su vez, viene reforzado por una respiración incompleta que no oxigena adecuadamente, incidiendo en la misma dirección.
Es importante por lo tanto, desarrollar el buen hábito de estirar el psoas, para liberarlo de una compresión y acortamiento excesivos a raíz de las diferentes situaciones que podamos estar atravesando a nivel emocional. Asimismo, conocer y observar cómo se manifiesta el conjunto del sistema, tan relevante y peculiar en su funcionamiento, nos permitirá entender muchos de los mecanismos que se activan en cascada a raíz de una emoción determinada.
La consciencia corporal, entendida como estar en contacto con tu propio cuerpo, detectar las señales que este te manifiesta (podría ser dolor inguinal, lumbar, de espalda) y saber ponerla en contexto con nuestro mundo emocional, es básico para un bienestar integral y una salud adecuada.
En asTara damos mucha importancia a este aspecto y trabajamos la conexión con el cuerpo, la respiración consciente, y el trabajo con la energía, utilizando distintas técnicas y disciplinas como el yoga, entre otras.
Os animamos a entrar en contacto con el cuerpo, a honrarlo y escuchar todo aquello que os quiere decir, a practicar y aprender técnicas que os permitan conectar con vuestro mundo emocional y con vuestra Naturaleza Interior, pues esta es la mejor vía y el mejor vehículo para emprender el camino hacia el bienestar.