El invierno y la vida interior
En toda la historia, las diferentes civilizaciones han tenido maneras diferentes de identificar las estaciones en el calendario, de nombrarlas o de celebrarlas. Antiguamente el paso de una estación a otra y los cambios de ciclo natural y agrícola se celebraban de manera muy solemne y formaban parte integrante de la vida de las personas.
Esta manera de vivir las estaciones contribuía a que las personas mantuvieran un contacto muy estrecho con el ciclo natural, experimentando y conociendo muy bien los efectos de estos ciclos sobre su propia vida.
Hoy en día nosotros estamos acostumbrados a vivir las estaciones como una simple medida del paso del tiempo y de las fases de un año solar; medimos la duración del día y de la noche, pensamos en el tiempo que va a hacer para saber cómo vestirnos, o a cómo disfrutar de las temporadas de más calor para nuestras vacaciones. Asociamos incluso las estaciones con fases específicas de nuestra vida diaria (otoño-vuelta al cole, invierno-festividades, verano-vacaciones) viviendo en función de la espera de este o de aquel evento.
Seguramente, hemos perdido un poco la conexión con los cambios estacionales como expresión de la vida del medio natural; quizás los entornos y ritmos urbanos y el modelo económico actual han contribuido a alejarnos progresivamente de aquellos mecanismos vitales que marcan el paso de los meses: la constante presencia de luz, la disponibilidad continua de productos fuera de temporada, la ausencia y lejanía de espacios naturales donde observar cómo la naturaleza se transforma día tras día.
En asTara nos apasiona recordar y traer de vuelta una visión y un acercamiento a las estaciones basada en el ciclo vital de la naturaleza, en el que la simple rotación de la tierra, la duración del día, las temperaturas y la energía marcan todos los ritmos vitales, entendiendo el cambio de ciclo no como algo externo al ser humano sino como algo intrínsecamente ligado a su existencia, a su evolución y a su dimensión física y espiritual, en definitiva a lo que en asTara llamamos su Naturaleza Interior.
Una visión milenaria y basada en la observación y la conexión con la naturaleza y su energía, es la que viene de la medicina tradicional china. Según ésta, la alternancia de las cuatro estaciones se rige por las leyes de la naturaleza de: nacimiento en primavera, crecimiento en verano, cosecha en otoño y reserva en invierno. Según esta tradición, se debe cultivar la energía esencial del yang (el principio masculino luminoso, cálido y seco en la naturaleza) en primavera y verano, por el contrario en otoño e invierno acumular la energía esencial del yin (el principio femenino, oscuro, frío y húmedo).
Ahora ya llevamos un mes de invierno desde el solsticio, que en nuestro calendario es el día que marca el inicio de la estación más fría y oscura del año… En invierno, las hierbas y las flores se marchitan, los ríos y los lagos empiezan a congelarse, todo se ralentiza. Es una estación con características de contracción, de oscuridad, frío, pausa, silencio, interiorización, reflexión, en fin, es un momento propicio para conservar la energía. Lo que ocurre en el exterior también ocurre en nuestro organismo; en invierno se dificulta la circulación de la energía vital y la sangre; la energía esencial del yang se concentra en el interior del cuerpo, razón por la cual se precisa guardar el calor corporal y mantener la energía interior con el fin de prevenir enfermedades tales como resfriado, trombosis y especialmente las enfermedades cardíacas.
A la hora de restablecer la salud y evitar la enfermedad, la medicina china suele relacionar cada estación con determinados órganos del cuerpo, a un elemento, un sabor, una emoción, un aspecto sensorial y una actividad mental o psíquica. En invierno la responsabilidad pasa al riñón, que se identifica con el frío, el color violeta y azul oscuro, una etapa de muerte figurada que dará lugar a un nuevo nacimiento cuando llegue la primavera, la estación del crecimiento y de la renovación. La energía que reside en el riñón es aquella que nos proporciona las ganas de vivir, de realizar las acciones que nos proponemos y de luchar por nuestros proyectos, nos da fuerza y determinación, es lo que llamamos perseverancia. La energía equilibrada y unificadora de los riñones evita que surja o se introduzca el miedo, y favorece una personalidad con gran fuerza de voluntad y resiliencia.
¿Cómo equilibrar nuestra energía en invierno?
El invierno es una estación en la que el frío, la climatología y la mayor duración de la oscuridad, invitan a mirar hacia nuestro mundo interior, así como a cultivar el sosiego y el silencio. Es una estación que invita a recuperar un espacio interior de conexión con nosotros mismos y soltar nuestra identificación con aquellos aspectos que nos limitan en la vida, como la inseguridad, la falta de atención o la inconstancia.
La cultura china aconseja que, en los tres meses de invierno, debemos acostarnos temprano y levantarnos tarde para aprovechar bien el sol ya que, en las mañanas de invierno cuando nos despertamos, tenemos aún los músculos, los nervios y la circulación sanguínea algo adormilados y contraídos, la sombra y el frío de la noche todavía no han desaparecido y la tierra no ha recuperado la temperatura del día. Como para much@s de nosotr@s el trabajo u otras responsabilidades nos obliga a levantarnos temprano durante la semana, aprovechar el fin de para levantarse con el sol algo más alto es una posibilidad (sin llegar a desestabilizar nuestro ritmo circadiano).
Enfocar la atención en nuestra propia respiración, en cómo el aire entra a nuestro cuerpo, llena nuestros pulmones, permanece dentro y después sale, así como concentrarnos en la llama de una vela, practicar la meditación sentada o participar en un retiro meditativo o de mindfulness, son caminos válidos para fomentar la introspección y la calma.
Hacer ejercicios siempre es bueno, aunque se recomienda por ejemplo alejarse de la niebla y aprovechar el sol. Realizar un ejercicio físico adecuado y medido es fundamental para equilibrar la energía del Qi en el cuerpo y en los riñones. Son recomendables ejercicios de yoga con estiramientos suaves, estimulaciones, masajes, movimientos fluidos y posturas de pie adaptadas a la temporada. Con unos sanos ejercicios de QiGong (Chi kung) podemos facilitar nuestra mirada hacia adentro, fortalecer nuestra esencia de riñón, liberar miedos almacenados, aumentar nuestra conexión con el cuerpo y estimular la eliminación de toxinas.
Al mismo tiempo, es importante cuidar la alimentación con ingredientes de la temporada invernal. Poner énfasis en los alimentos calientes tales como sopas y guisos, vegetales de raíz, frijoles, miso, algas marinas, ajo y jengibre, así como hierbas: cilantro, pimienta fresca, mejorana, orégano, tomillo e hinojo. Los alimentos salados son muy recomendables; cangrejo, almejas, ostras, mejillones, sardinas, copos, calamar, salsa de soja, mijo y cebada. La tradición china recomienda comer nabos en invierno, lo que puede ayudar a eliminar el exceso de calor o de yang. También es esencial tomar muchos líquidos, especialmente líquidos tibios como agua tibia o té.
Finalmente, a nosotros en asTara nos gusta combinar estas actividades de introspección y de cuidado de cuerpo y mente, con actividades de conexión con el medio natural; para apreciar la belleza del paisaje en invierno, para reconocer la fortaleza de la naturaleza, para percibir la increíble vida que tiene un bosque en invierno a pesar de las condiciones climáticas, nada mejor que experimentarlo con un baño de bosque. Una experiencia de contacto consciente con los elementos que nos permite redescubrir la naturaleza bajo otro paradigma y reconectar con nosotros mism@s.